Alex Honnold es una de esas personas que no parecen de carne y hueso. Nos conocimos por primera vez en una pequeña pizzería de carretera, a altas horas de la noche y a 50 km de Yosemite, California. Habíamos estado esperándole durante horas, sin poder localizarle. Regresaba de una expedición por el Gran Cañón y, al parecer, se había tomado su tiempo. Allí estábamos, Elena, Borja, Sergio y Bea (sonido, director de fotografía, foquista y producción), un tanto impacientes, formando un equipo pequeño. A las once de la noche, entró de repente un chico de veintipocos años: tímido y agotado tras haber conducido durante 20 horas, con una evidente necesidad de comida. Era Alex Honnold.
Después de presentarnos, empezamos a hablar con él y, poco a poco, dio inicio la semana de aventura. El proyecto consistía en documentar su vida y elaborar una pequeña historia que reflejara la irrefrenable pasión que siente por la escalada. Nos dejamos llevar por su vida nómada, rodando en Epic con cinco o seis ópticas y sonido directo. Ese era todo nuestro material; la idea era trabajar con un equipo ligero para poder fluir sin problemas.
Una de las experiencias más emocionantes fue seguir sus pasos día y noche, pero sobre todo verle escalar sin cuerdas. Es impactante ver a alguien sin miedo. El equipo estaba boquiabierto; a algunos nos temblaba el cuerpo aunque estábamos con los pies firmes en la tierra. De algún modo, sentíamos un vértigo extraño.
Rodar la escalada fue toda una hazaña. Para hacerlo, contábamos con un escalador profesional, especialista en operar cámara en esas circunstancias. Era un chico de Los Ángeles muy amigo de Alex. El procedimiento era el siguiente: el operador escalaría con cuerdas junto a Alex Honnold, mientras Alex escalaba totalmente sin ninguna protección. Equilibrar la cámara no fue fácil, y no distraer a Alex durante su ejecución tampoco. Escalar sin cuerdas implica una concentración brutal, además de un autocontrol absoluto. No hay margen para el error. Alex no le teme a la muerte, lo prometo. Estaba convencida de que ese debía ser un pensamiento que tenía en su cabeza, pero no es así. Lo dejó claro: “si pensara en la muerte, sería incapaz de hacerlo”. Alex es un chico tajante, contundente, de pocas palabras.
Alex vive para escalar. Su furgoneta es su casa, y su pequeña libreta es su compañera, donde anota su día a día en la montaña. Le recordaré por su valentía, su templanza y por ser un alma totalmente libre.